2015
Escribo en mi rincón preferido, donde he pasado los momentos más turbios de mi vida, el lugar que mi madre cree estar maldito, y por el que en ocasiones he sido señalada. En cambio, por alguna extraña razón me encanta estar aquí, me hace sentirme viva y a la vez segura, un lugar donde nadie me molesta.
Hace mucho frío, un frío húmedo que me estremece, que se cuela entre mis huesos y me pone la piel de gallina. Donde estoy no hay casi luz, apenas se reflejan en mi pantalla unos rayos de sol filtrados por las rendijas de la persiana. Escucho el susurro del viento, golpeando fuertemente la ventana. Fuera parece estar todo tranquilo, es como si aquí dentro estuviera protegida del mundo por una enorme membrana de cristal finísimo, por donde se cuela el frío haciendo más limitados mis movimientos. "No estoy bien, ni mal, eso es lo que más me inquieta, que no estoy". Pero sé donde encontrarme, basta con levantar la mirada y ver mi imagen reflejada en el espejo, automáticamente esbozo una sonrisa, recuerdo quién soy, alguien que tiene la no limitación como límite.
Me admiro ante el espejo, puedo ver como sonríen mis ojos rasgados, como mi larga melena rubia me cosquillea la espalda, y es cuando bajo la mirada, me quedo perpleja observando mi silueta. Puedo ver como se va delineando, observo intentando encontrar las mejorías del gimnasio, y me quedo exhausta viendo como mis glúteos están más definidos y fuertes, como mis senos se marcan con el cuello vuelto. "A veces,